lunes, 1 de agosto de 2011

278

En el fondo soy demasiado inocente, aunque mis palabras a veces no lo reflejen, sí lo soy. Bajé dejando la misma sensación del que abandona una estación, esté en la situación que esté, en la de despedirse, en la de irse, o en la del simple placer de ver marchar a los trenes. Llevaba el móvil en la mano, y un simple movimiento suyo hizo que el corazón me diese un vuelco, una sonrisa tonta se adueñó de mi rostro y una sensación tan extraña como, como intentar explicar con palabras lo que te corroe dentro. Y me dieron ganas de correr a casa, o de volver y marcharme, pero lo único que hice fue tropezarme con una paloma con manchas blancas que no sabía volar, y sentí las calles irreales, las distancias inexistentes y estúpidas y en el fondo muy en el fondo tenia ganas de correr hasta que las suelas de mis zapatos no respondiesen y cayese rendida, o hasta que mi cuerpo ya no soportase más, y formar parte de ese paraje que tú veías todos los días, cada mañana, antes que abrir la ventana y ver el azul del cielo o las nubes que amenazan con llover, mírame a mi antes que a todo eso. Y seamos libres, qué más da lo que se diga por ahí, solo podemos creer en lo que queremos creer. Yo creo en nosotros.

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