miércoles, 7 de noviembre de 2012

El destino es la promesa de seguir

Hoy aún no había escuchado la canción que no cesa de sonar en mi cabeza desde hace unos días. Más propia de los repertorios de nuestros padres que de los nuestros, pero que consiguió hacerme llorar el lunes de noche. Confieso que había tiempo infinito que no lloraba por amor. De hecho, te duele la ternura, pero no el amor, que arraigado ahí dentro no te deja respirar. Ahora ya considero que he podido morir. Algo me recuerda a todas horas como tu mirada me hiela el alma como los amaneceres de invierno, que se clavan en la piel hiriéndote, pero solo es un retrato de tu espectro lejano. Nuestras vidas se perdieron en una calle en un país lejano. Mientras caía la noche, cruzando el gran canal en el vaporetto y observabas melancólico, tu, con tu música y el mar, en recuerdo de un amor ya pasado. Quería morirme pero decidí luchar, ignoro la razón, o al menos la ignoraba hasta que me di cuenta de que ya no podía prescindir de tu respiración, de tu sonrisa, de tu luz, de nosotros. Es obvio que la vida es injusta, siempre lo ha sido, y quizá cargue con un peso que no me corresponde, pero es el precio que me tocó pagar. Y comenzarán las eternas tardes invernales, rodeadas de mantas, de libros y de soledad. Obviamente que mis amigas serán el apoyo de mi vida, como lo son siempre. Pero me invade la melancolía cuando te veo caminar por la acera de enfrente, con tu mochila, con tu áurea, siempre deslumbrante, en todo, y a lo lejos te sigo amando, hago resonar la música en mis oídos, a un volumen poco adecuado, y que no suelo soportar, pero supera la necesidad de ahogar mis pensamientos. Algún día volaremos. Chocará algo contra ese inmenso iceberg que atrapa a los corazones que no sienten, y entonces se deshará, caerá y se derretirá, y el nivel del mar subirá hasta que la vida vuelva a la sangre que corre por nuestras venas. Aún siento tu corazón latir, y me pregunto qué estás soñando. No quiero quedarme dormida. Caminaré hasta que me fusilen, engañada, pero más engañados ellos, todos aquellos que lucharon en mi contra, pero hasta el mismo momento en el que pierda la memoria, seguiré ahí. Deseo, como en todas las batallas que la guerra finalice. Y algún día lo hará.
Y ahora que me he tenido que marchar, esperaré, del otro lado del mundo, al cruzar el océano. Pienso respetar todas las normas establecidas, porque por más que yo te ame como nadie ha sentido de mi, y yo siento como se me agota el corazón, contra quien yo no puedo luchar es contra quien te dio la vida. Porque aunque parezca estúpido a los ojos de los demás yo la admiro, por amarte más que a su propia vida, por eso aunque fuera quien apretase el gatillo que me quitase la vida lo haría por amor. Y eso es intachable.